Brugal is Happening

Gusto por la sangre en las redes sociales

Por: La Redaccion Ultimo Diariomartes 28 de junio de 2016
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El afán del ser humano por conocer los detalles, las características de un hecho trágico, de un asesinato, suicidio o cualquier otro hecho lamentable, ha existido siempre, desde los inicios mismos de los medios masivos de comunicación, la gente ha dado importancia a la crónica que narra o describe la tragedia, el dolor el sufrimiento.

Thomas de Quincey escribió entre 1827 y 1854, los tres artículos que conforman el libro “Del Asesinato Considerado Como Una de las Bellas Artes”, donde es evidente el afán, morboso, de la gente de esa época, por conocer los detalles, la narración de cualquier hecho trágico en los periódicos de ese tiempo.

El afán de saber, de conocer los detalles de lo que sucede a su alrededor, es consustancial a la condición humana.

Muchos recuerdan la famosa revista Sucesos, que durante varios años circuló en el país, con una tirada de miles de ejemplares cada semana, que eran esperados con avidez por un público sediento de conocer los más sórdidos detalles de los crímenes que conmovían la conciencia nacional.

En fin, que existe un público ávido de conocer estos hechos, de ver imágenes tétricas, de solazarse en el dolor o en la angustia de los demás.

La interrogante siempre ha sido. ¿Hasta donde debemos, los periodistas y los medios de comunicación, estimular el morbo de los lectores, de los televidentes, de nuestros seguidores? ¿Cuál es el límite? ¿Qué tanto difundir de las imágenes de un hecho, de una víctima?

La pregunta adquiere nueva relevancia, ahora que, con las redes sociales y los llamados “teléfonos inteligentes”, cualquier puede, publicar, compartir, imágenes de víctimas de accidentes, muertes violentas o suicidios que pueden ser multiplicadas ad infinitum, por amigos y seguidores.

Hay, al mismo tiempo, un intenso llamado a la prudencia de una parte importante de las personas, que ven, horrorizados, como se comparten imágenes que resultan ofensivas a la dignidad de las víctimas, dolorosas para sus familiares e inoportunas para los niños que cada día tienen más acceso a estas redes sociales, por vía directa, o, indirectamente, al curiosear los teléfonos de sus padres.

Es tiempo de tomar conciencia, de frenar esta sórdida vorágine que busca llamar la atención con el dolor ajeno.

Seamos prudentes.

Basta con ponerse en el lugar de las víctimas o sus familias para darnos cuenta que, si cualquiera de estos hechos involucrara a algún familiar nuestro, difícilmente publicaríamos esos contenidos.

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